lunes, 23 de noviembre de 2015

En casa del Capitán William Talbooth


El Silencio

La casa del capitán era una diminuta construcción de piedra, encajada entre las rocas de un islote, aunque llamarlo <<islote>> era hacerle el mayor de los cumplidos, porque en realidad no era más que un escollo.
<<¡Dos habitaciones y un tejado rojo!>>, así describía su casa el capitán. 
Dos habitaciones, una encima de la otra; el capitán vivía en la de arriba, porque en la de abajo entraba el mar.
Con la marea, o con una ola, la planta baja se inundaba un día sí y el otro también. Por eso estaba vacía. El capitán únicamente dejaba en ella las escotas y algunas jaulas de pesca, y colgadas del techo.

Al llegar ante la puerta de la habitación del capitán, sin embargo, se repitió la escena de antes: tocamos, lo llamamos y nadie respondió.
Vainilla empujó la puerta.
-¿Capitán?
El resplandor de un farol alumbraba apenas la habitación.
El mismo orden, la misma sobriedad noble, la misma elegancia discreta... Como la caseta, la habitación del Señor William Talbooth parecía el camarote de un auténtico capitán. Y si no lo era, si Talbooth no había sido nunca capitán de ninguna Marina Real, el espíritu sí que lo tenía.
¡Y todo el utillaje!
Escotas y maromas tan gruesas como para amarrar un buque, una preciada vajilla, estandartes de seda, estatuas y cajas de madera finamente decoradas, libros de navegación encuadernados en cuero, gigantescos atlas, cartas náuticas, catalejos, sextantes...

Los niños se acercaron tímidamente y lo rodearon. Grisam se quitó la gorra y los demás lo imitaron.
-¿Está durmiendo?-preguntó la pequeña Sophie.
Devién le hizo una caricia.
-Sí, cielo, nuestro capitán ha cerrado los ojos para siempre.


Y un gran legado nos ha dejado el capitán, el final de una historia clave para salvar a Pervinca y liberar al Pueblo de Fairy Oak,
un abrazo mágico a todas!
Atte, su admin, María de los Senderos

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